Queridos lectores,
¿Cuánto tiempo lleva escribir un libro? ¿Cuánto tiempo tardas en pintar un cuadro? Por favor, ¿Pero qué importancia tiene? ¿Me van a pagar más? Si la obra es una basura, cuanto más tiempo le hayas dedicado, peor que peor. Si es maravillosa... ¿Pues qué? Antonio López García, el pintor de Tomelloso, de los limones y los membrillos, el de la Gran Vía de Madrid, el de la película El sol del membrillo, tardaba años en acabar sus cuadros, eso si es que en verdad estaban terminados... Picasso en cambio podía pintar varios en un solo día... ¿Dónde está la grandeza? ¿En el tiempo? ¿La paciencia? ¿La técnica? ¿En la idea? ¿La síntesis? ¿En el esfuerzo?
Reconozcamos que la grandeza está en la emoción que despierta la obra, aunque para Antonio López reside en la honestidad, en la verdad, o eso decía.
AMANTE EN SAIGON es una novela que me ha llevado más de tres años de experiencias, de reflexiones, conversaciones, testimonios, confesiones, vivencias directas, experiencias referidas, años de dichos y desdichas, de afirmaciones vehementes y retractaciones humildes. La verdad, si es que la hay, si es accesible a los humanos, debe ser algo en continua redefinición, en perpetuo cambio o adecuación. Lo contrario es solo una definición oportuna, parcial, adecuada a la moda o el momento, humo, bruma, mentira.
La novela tiene referencias al Capitán Nemo de Julio Verne, al Otello, el moro de Venecia de Shakespeare, a Blade Runner de Ridley Scott, a La vida secreta de las palabras, de Isabel Coixet, habla de los Aspergers, del espectro autista, de la empatía, de la lealtad traicionada, del amor entre amigos y la soledad agria que deviene ante el abandono, cuando uno de ellos encuentra pareja y deja al otro así, solo ante su propia vida. Habla del pensamiento mágico de la juventud, de las fantasías que chocan contra la realidad, como en un Paseo por el amor y la Muerte, del crimen convertido en espectáculo de masas, como en Asesinos Natos. Habla de la tentación que sufren los matrimonios vacíos de pasión, llenos de rutina. La tentación que supone el encuentro con el trópico, con una sociedad de gente joven, donde conviven la moral más rancia con la más disoluta, y todos los valores oscilan entre lo que se quisiera y lo que conviene. La pobreza muerde los cimientos de la moral más recta como cien años de lluvia. No es casualidad que algunas de las historias más decadentes o tenebrosas se hayan ubicado en los trópicos, Herny Miller con sus Trópicos de Cáncer y Capricornio, Malcom Lowry y su Bajo el volcán, Conrad y su Viaje al corazón de las tinieblas.
Si no habéis estado en Vietnam, debéis leer esta novela. Si habéis estado en Vietnam, debéis leerla todavía más. No pretendo haber creado una gran obra, no tan pronto. Tal vez siquiera nunca. Tampoco me atrevo a compararme con un autor como Lawrence Durrell, un escritor que parece olvidado ante el imperio de lo nuevo, pero nunca olvidaré el impacto que me produjo la lectura y la relectura diez años después de Justine, con su descripción de una Alejandría que ya no existe.
Mi novela habla de un Saigón que no es el de la guerra de Vietnam, tampoco es el que será dentro de veinte, o de diez años, como ya no es el que yo conocí en el 2006. Todo cambia tan rápido...
Comprad el libro en MUNDOPALABRAS.ES y dadme vuestra opinión. Yo mientras, sigo escribiendo.