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martes, 8 de octubre de 2019

NOTICIAS DE AMANTE EN SAIGON

Queridos lectores y amigos,

A partir de ahora AMANTE EN SAIGON puede comprarse en una dirección nueva. Es la misma editorial que ha cambiado de nombre. La editorial mundopalabras ahora se llama RUBRIC. Es lo que hay, todo cambia.

Muchas gracias por vuestra confianza y apoyo.

Rubén

Aquí están las nuevas direcciones:

https://rubric.es/producto/amante-en-saigon

o bien

libreria@rubric.es

lunes, 19 de agosto de 2019

QUE VUELVAN LAS POSTALES

Las postales llegaban entre el correo como una nota de color; a veces descoloridas o arrugadas o con la tinta corrida si habían sido escritas con pluma. Eran palabras amigas, una oportunidad de saludar a alguien que queremos cuando conseguimos una vez o dos al año escapar de ese rígido tirano que es la rutina. Vivir rutinizado es cómodo, es eficiente, incluso necesario, sobre todo cuando tenemos hijos, pero deja pocos espacios para lo que se sale del programa habitual. Ahí las postales ayudaban a enviar, a veces a cruzar, unas pocas palabras de recuerdo, simiente de un futuro encuentro para ponerse al día. Eran mensajes individuales, dirigidos a cada uno de los que deseábamos saludar. Tenían el rito de la carta: papel, bolígrafo, sello y buzón y, lo más importante, la espera.

En las paredes de los despachos, de los consultorios médicos, en las puertas de las neveras o por un tiempo encima de los pianos o junto a una lámpara de una mesa auxiliar o en la mesita de noche junto a la cama, ahí estaban esas postales, ventanitas abiertas al mundo, sorpresas exóticas junto a nuestra cotidianeidad, imágenes compartidas y celebradas o envidiadas por los compañeros de trabajo, que como el calendario de adviento, escondían bajo la foto un pequeño regalo: unas palabras de recuerdo, una frase cómplice, una cita erudita, una invitación a la aventura.

Hoy las hemos sustituido por imágenes de Instagram, inmediatas, sin palabras o casi, un solo envío multidestinatario, sólo para nuestros teléfonos a menos que las enviemos de nuevo a otros. En lugar de una imagen de papel que trata de sintetizar todo un viaje, enviamos diez, cincuenta vistas, algunas muy artísticas. Es el triunfo de farenheit 451. El Torquemada de la película de Kubrick se sentiría orgulloso de los tiempos que corren. ¿Palabras? Para qué. Una imagen vale más que mil palabras. ¿Lo vale? No estoy tan seguro.

Después de un veraneo italiano rodeado de chinos con su turismo depredador de horda y de “tick in the box”, de imágenes de Instagram, colas antes de apertura en las puertas de los restaurantes recomendados en las webs de los aficionados a guías turísticos, ofertas de “fast track” incluso para entrar en una iglesia (nada menos que San Pedro del Vaticano), me queda un regusto amargo de mundo perdido, acentuado por la lectura de Peregrinos de la Belleza, de Maria Belmonte, una selección de vidas auténticas de hace menos de cien años, testigos ya, entre guerras mundiales, de la progresiva vulgarización, es decir, accesibilidad al vulgo, que da lugar a convertir lo poético y lo sublime en productos de consumo de masas.

Rezo por un regreso a las postales, al disfrute de la belleza particular e íntimo, solo compartido con algunos pocos y a través de unas palabras personalizadas, con nombre, apellido y dirección postal. Rezo por algo que ya no existe.  


miércoles, 14 de agosto de 2019

MY SAIGON LOVER, SOON IN ENGLISH


“Arvo Part?” Said Kart at last.

Spiegel im Spiegel,” said Peter. “The mirror in the mirror. Let's see ourselves reflected for the last time.”

“Yes. I think I can grant you that wish. For the last time.”

They went down to the room where it was still the piano that Kartunen had brought, full of dust, the piano from which he never made plans to let it go, because he never imagined a date for him quitting the platform. He opened the cover with a solemn gesture, which resisted the detachment of its lower jaw. He sat down on the bench without removing the dust and passed the palm of his hand over the white keys, carefully, caressing them without producing any sound. He inserted his fingers between the black keys and let them reach the folds of his fingers, as when two lovers cross them and hold hands, and for a few seconds squeeze them tightly and hold their breaths and join their souls, for a few seconds, their souls, and they wish the second would be eternal, and they don´t feel the weight of their steps on earth and they are light, and they are ethereal and in that precise moment of consciousness of the last time, in the shared desperation with which one condemns himself to death to save the life of the one he loves, as the hero who gives his life for the life of others, or as the prisoner who looks into the eyes of each of the soldiers in the firing squad, each of his executioners as frightened as he is, at that moment Kartunen wept silently, his throat strangled by pain and sorrow, and he no longer felt strong nor was he sure he wanted to drown himself , that he wanted to die. But he said nothing and waited for Peter to settle in his place.

Peter sat into his usual seat, forgotten for many weeks, embraced the cello and waited for the piano to play the initial triad. The contact with the cello´s wooden body and its turpentine smell transported him to the icy stillness of Bergen's music room, to Elianne's kisses, to her crystalline laughter, her watery eyes, her fresh cheeks, the steam exhaled from her mouth, to her round, pale ass, tense and full. He began to tremble in the chair, excited or cold, perhaps afraid. He could not say. He closed his eyes and opened them when he heard the first chords and saw Kartunen crying on the piano.

The melody began with its slow and progressive cadence, like a meditated descent towards death. And the images of their lives, of their joys and their mistakes, flowed as their throats were gripped and their spirits rose lightly over their bodies. Memories began to create images that multiplied, linked and overlapped, and the gaps and shadows began to make sense, kaleidoscopic images, the mirror reflected in the mirror to infinity, and in the infinite, death doesn't make sense, it doesn't exist and there is no place for resentment or revenge; When everything is relative, it is time for forgiveness and forgetfulness, but not a therapeutic or forced forgetting, but the forgetting of Saint Francis of Assisi, when forgetting is forgiving, because there is no forgiveness without forgetting. And both cried with gratitude and emotion, like when after having fought for a toy, two children discover that it is much better to play together, better love than quarrel, love between the chosen brothers, as they had always been, a long time ago.




lunes, 12 de agosto de 2019

DUEÑO DEL SILENCIO


Por la mañana temprano, cuando me levanto, soy dueño del silencio. No me entristece, al contrario, me encanta. Pero lo disfruto cuando no estoy solo. El silencio es parte esencial de la buena música, y por lo tanto debe de tener cerca al sonido. Cuando todos duermen (mis hijas en posturas preciosas que harían las delicias de Balthus, el pintor de la inocencia perdida), mi mujer acurrucada contra un cojín (el sustituto adulto del muñeco de peluche), el silencio es un tesoro por lo frágil, lo transitorio; un placer efímero. En cambio, las raras veces en que estoy solo, el silencio es la voz de la soledad, un suspiro fúnebre que muchos hallan insoportable y combaten con el ruido de la lavadora, con música o con mascotas, o en casos extremos, como en el cuento de Truman Capote, inventan un invitado imaginario, un fantasma, aunque les dé miedo. Los que ni así lo soportan salen de casa, vagabundean por centros comerciales o por las calles; acuden a cursos o a bares donde la compañía y el sonido se alquilan.

Pero el silencio a ratos, a sorbos, es una experiencia deliciosa. Tuve una época de silencios cómplices junto a compañías no solicitadas, cuando visitaba museos y me cruzaba con seres anónimos que, en silencio, compartían emociones parecidas a las mías sobre las obras expuestas. Imagino que es uno de los atractivos de los templos, a donde la gente acude a disfrutar del silencio en compañía de otros, no tanto de las voces de falsos profetas.

La vida en oriente me ha enseñado que hay otro silencio, el de lo no dicho. Me refiero al secreto, lo que nunca te diré, (como decía en otro lugar, la vergüenza es la caja fuerte de nuestros miedos o traumas); o a la palabra postergada, no es el momento (los vietnamitas nunca abren los regalos delante de sus invitados, para no incomodar con la decepción o el agradecimiento excesivo); o a la ira callada: te castigo con un silencio ácido que puede durar días.

En cualquier caso, dicen que somos dueños de nuestros silencios, esclavos de nuestras palabras. A veces es mejor guardar silencio.

domingo, 11 de agosto de 2019

DUELOS MENORES. SEGUNDA PARTE



Hace ya tiempo, no recuerdo cuánto, escribí sobre los duelos menores. Si por definición el mayor duelo es el que sigue a la muerte de los que nos importan, el que nos recuerda que estamos solos ante nuestro destino, con nuestros aciertos y nuestros miedos, otros duelos, quizás menores, son los de la separación de los que queremos, de nuestro paisaje, o nuestras raíces, los duelos de pérdida de un estatus, el duelo por la conciencia del paso del tiempo a través de nuestros cuerpos, con la erosión de nuestra piel, de nuestra fuerza, de nuestras facultades.

Los afortunados, o los emocionalmente inteligentes o fuertes se sobreponen a los duelos mediante la comprensión, o dando a la pérdida un significado biológico, todo nace para desaparecer, nada existe para siempre.

Hoy he sido testimonio de algo que ya sabía, los duelos de los niños por la separación de los amigos, de los abuelos. Vivir en un país exótico, en una comunidad extranjera, te obliga a la experiencia de la separación a edades muy tempranas. Tus amigos escolares se van a otros países, tus ancestros viven lejos, los ves solo en vacaciones.

Los niños encierran sus traumas en cajas fuertes de vergüenza, o se refugian en símbolos, un regalo, una foto, un rito con el que que mantienen viva y próxima la experiencia agradable del amor o la complicidad de aquel amigo o aquel abuelo del que no pueden disfrutar a diario, o con frecuencia.
Los adultos tenemos más experiencia, más cicatrices, hemos pasado por ese camino y algunos hemos aprendido, o tal vez no. Y entonces nos refugiamos o huimos a través de la belleza, de la música, o del entumecimiento que proporciona el alcohol, las distracciones multimedia, los deportes.

Hay que ser sensibles a los duelos menores, que nos aguardan en cada recoveco del vivir, cuando algo a lo que estamos acostumbrados desaparece, como una calle arbolada que ha sido talada, o una panadería que ha cerrado, nuestra cafetería favorita, o cualquier otra cosa que por ser habitual creíamos, necios, que iba a durar para siempre.

No tengo soluciones, soy aficionado a los duelos largos, aunque gracias a vivir en Saigón donde los duelos menores son tan frecuentes, empiezo a ver en los vacíos que dejan, oportunidades para nuevas experiencias, nuevas relaciones, y ya a estas alturas, disfruto del hoy y no doy el mañana por garantizado.

jueves, 8 de agosto de 2019

MIL BESOS. ABRAZOS TODOS



Será la madurez, o la proximidad a seres adorables como mis hijas y mi mujer, pero lo cierto es que el sentimiento se repite: Tengo necesidad de dar más besos, miles de besos. Y abrazos, todos y más.
Querer a los que tienes cerca, a los tuyos.  A los demás... también… si te queda tiempo. 

En estos días de vacaciones el paradigma es la huida, la indulgencia o para algunos el reto; Un reto enlatado durante el año que espera desenlatarse en las vacaciones. Pero las vacaciones no son dulces para todos.

Leo la muerte de una joven. Siempre es una noticia triste pero más aún si es en su luna de miel. ¿Qué cara le queda al que se queda, cuántas veces se preguntará: y si...y si no...? A una pareja que se le ocurre viajar a Alaska e ignora la fuerza de la naturaleza, esa fuerza que Melville o Faulkner o Hemingway conocían bien. La belleza y sus peligros. Y esa pareja se inspira en una historia de Kerouak. Una historia que acaba con la muerte. ¿Cómo pudo inspirarles ese viaje? Un viaje que ha acabado con la muerte. 

La necesidad de huir de lo cotidiano nos hace enfrentarnos a situaciones para las que nadie nos preparó. Riesgos innecesarios, a veces fatales.

Desde Saigón y sus 10 millones desde los atascos y las aglomeraciones rezo por ellos ruego porque todos practiquemos más la aceptación, amemos lo próximo tanto como lo lejano. Abracemos la suerte que tenemos de seguí ahí, vendo crecer a nuestros hijos, a nuestros árboles. Placeres lentos, pero también emocionantes si se aprende a disfrutarlos, si cultivamos la sensibilidad hacia lo lento y silencioso, hacia lo cotidiano.

martes, 6 de agosto de 2019

HE VENDIDO UN LIBRO DE PAPEL EN SAIGON



Parece una frase sencilla, sin importancia, pero es que vender un libro, que sea en formato papel y en la ciudad de Saigón es una hazaña.
Los vietnamitas leen como promedio un libro al año. Un amigo que se reconoce a sí mismo como buen lector me dice que lee tres libros al año… no es muy alentador.
En las cafeterías no veo a gente leyendo, solo con los espejitos iluminados de sus teléfonos. En los autobuses, en los aeropuertos, en las salas de espera… nadie.
La gente mira, pero no lee, escribe e intercambia frases cortas, inmediatas, no meditadas en sus móviles, en todos esos canales impúdicos promiscuos e inseguros que son las redes sociales, los nuevos canales de comunicación como WhatsApp, Zalo, WeChat… que luego Facebook o Google o Cambridge analítica usan para influenciarnos con mensajes a la medida de nuestros miedos y nuestros deseos. Trump, Brexit, y qué nos esperará a la vuelta de la esquina…
Por eso, vender un libro es una proeza. Nos impresionan esas cifras de “más de un millón de libros vendidos”. En España se considera bestseller la venta superior a 5000 libros.  Yo considero arduo vender uno. Porque los libros, al principio hay que venderlos de uno en uno. O bien en presentaciones públicas. Ahí puede haber más suerte. ¿Y por qué van a comprarte un libro? No saben quién eres, ni si está bien escrito, o si la historia es original. Tampoco saben si encontrarán tiempo para leer. Porque para leer hay rutinizar la lectura en el espacio de nuestra vida. Y con frecuencia no le damos prioridad. Ahí voy a contaros mi secreto. Yo leo en el gimnasio. ¿En el gimnasio? ¿Cómo se hace eso? ¿Cómo se te ocurrió? Pues como diría el “profesor” de La casa de papel, serie de moda en estos momentos, la idea no fue mía, me la dio Stephen King. Se puede leer en la bicicleta estática, en la elíptica, o se puede escuchar un podcast o un audiolibro. Al final, lo que cuenta es escuchar historias.
Decía Robert McKee en su libro El guion que “las historias nos dan armas para la vida”. Del mismo modo que los hombres de las cavernas contaban sus cacerías a los niños para servirles e inspiración y guía, las historias de los demás entrenan nuestros sentimientos, ensanchan nuestra visión. Todos necesitamos historias.
Vender libros en Saigón no es sencillo. Hay un comité de censura, los precios son bajos, el esfuerzo promocional de las editoriales es nulo, la calidad de impresión es casi de fotocopia…
Por eso ayer me sentí orgulloso, cuando desperté el suficiente interés en un amigo como para que me pidiera un libro de papel. En mi viaje de primavera a España vendí un centenar de libros, tras mucho viaje y mucha charla por la geografía española. Gracias a todos los que confiasteis en mí.
A los que no pudisteis acudir a las presentaciones, los que aun no os habéis animado a comprar el libro AMANTE EN SAIGON de editorial MUNDOPALABRAS.ES, os pido que lo hagáis. Que lo leáis y me deis vuestra opinión a través de este blog, o a través de los canales de moda (WhatsApp, Instagram, Linkedin, Twiter, Facebook…)  
Dejo el link de la editorial:
https://www.mundopalabras.es/libreria/formato/papel/amante-en-saigon/
Muchas gracias
Rubén