Sigo con esta serie de reflexiones sobre los libros, cuando
aún me duele la espalda por los treinta kilos de libros que me traje de España
a Saigón.
Parece que el gremio del libro, el del libro de papel, claro,
prefiere demonizar al libro electrónico, al que identifica como su competidor
más evidente, más que buscar alianzas.
Desde mi modo de ver, incrementar el número de lectores no
será nunca un enemigo del libro de papel. Y la facilidad y comodidad que ofrece
el libro electrónico tiene que aumentar el número de lectores por fuerza.
El verdadero enemigo del libro son la falta de lectores, la dispersión, el exceso
de otras ofertas, la pereza, la falta de hábito, y no la aparición de un nuevo
soporte para contar o transmitir una historia.
En segundo lugar, es posible que estemos metiendo en el
mismo saco a los lectores que buscan información o entretenimiento con el área
del lenguaje del cerebro, y esos son los que tenderán más al soporte ágil,
ligero y económico del libro electrónico (los que antes tendían al libro de
bolsillo), y los confundamos con los lectores que disfrutan con la corteza
visual. Me refiero a los lectores que miran además de leer. Son los consumidores
de libros bien encuadernados, que pesan, huelen, que enriquecen sus páginas con
bellas ilustraciones, o con fotografías a sangre o a dos páginas, que
intercalan papel de cebolla entre las otras páginas, o sorprenden con
desplegables interactivos, o con perfumes, o discos, o simplemente con dibujos de cómic.
Sin duda van ahí los libros de arte, los catálogos de exposiciones, la
literatura infantil, los cómics en general, los libros de viajes, los atlas.
No, el libro de papel no está muerto y no morirá.
Recuerdo magníficos libros de papel que conservaré siempre,
tesoros de coleccionista, no por su valor económico, que también, sino por los
recuerdos que evocan. Por citar algunos, el sol solet, de Els Comendiants, El
Transnarcís, los libros de Carmen y Bodas de sangre del ballet de Antoni Gades,
libros de desplegables sobre el cuerpo humano, o The Hunted House, catálogos de
arte del museo del Louvre, el Prado, Thyseen-Bornemisa, el Guggenheim de
Bilbao, los libros inmensos por peso y tamaño sobre la obra de Leonardo da
Vinci y la capilla sixtina del Vaticano, y todos los cómics, todos, el Jabato,
el Capitán Trueno, las obras de Norma Comics como CIMOC, las obras de Mezieres
y Crispin (Valerian), de Uderzo y Goscinny (Asterix), Maurice de Bevere (Lucky
Luke) o Hergé (Tintín).
Larga vida al libro de papel. ¿Cuáles son los vuestros?
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