He vuelto. Tener un ojo crítico trae sus consecuencias.
He permanecido en silencio por circunstancias más que extenuantes, entre ellas
un diploma de post-graduación en dermatología, un considerable incremento en
horas laborales a la semana y el natural crecimiento en peso, altura y demandas
de mis gemelas.
Pero un calor interno mueve mi mano y me impele a
reformular la realidad que llega a mi entendimiento con mis propias palabras,
no tanto para informar a otros o para lucir o distraer, como para tratar de
comprender yo mismo lo que sucede. Y es que ha sucedido tanto desde que escribí
por última vez, que es imposible estarse quieto, dejar de ver y de comentar.
En el mundo, el silenciamiento sigue siendo la
actividad favorita de la delincuencia estatal organizada. Así, desde los
gobiernos de Rusia o China o Vietnam hasta el ejemplar gobierno de Estados
Unidos, todos coinciden en que atacar, invadir, asesinar, robar, espiar, aprisionar,
secuestrar, torturar o envenenar son actos justificables mientras no se hagan
evidentes las pruebas a través de una arrepentida confesión. Aquellos héroes suicidas
como el soldado Manning o el señor Snowden que se atreven a difundir hechos condenables
por cualquiera que tenga una mínima moral interna, son perseguidos y
encarcelados, les son negados sus derechos o simplemente son asesinados. Y
desde esos gobiernos tratan de convencernos a base de hallar o inventar datos
que menoscaben la imagen de esos héroes o de repetir que semejantes actos de
libertad individual constituyen una amenaza para nuestra seguridad, tratan de
convencernos de que los delincuentes son los otros porque su moral individual desafía
el orden legal, sus reglas del juego.
Mientras, nadie ha juzgado a posteriori a esa
gentuza que animó la invasión de Irak, con la consiguiente violación de soberanía,
magnicidio del líder, el asesinato de población civil, expolio del país, y todo
basado en informaciones falsas perpetradas desde agencias de inteligencia (¿Qué
clase de inteligencia?) y animadas, difundidas y defendidas por políticos a
sueldo de empresas interesadas en la invasión. Dick Cheney, George Bush hijo,
Condolezza Rice, Colin Powell, y una larga lista de sujetos que deben dormir
bien a base de creer en un Dios tallado a medida de su conveniencia, o a base
de alcohol y pastillas, o quizás porque su desprecio por el resto de seres
humanos, “the ordinary people” es hiperbólico.
No hay comentarios:
Publicar un comentario