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martes, 23 de abril de 2013

SAN JORDI DESDE ORIENTE


          Amanece en Saigón un día brumoso. La ciudad difuminada en gris elefante no oculta sus ruidos, el tráfico, los gallos, las obras vecinas, un avión. La arteria de asfalto lleva centenares de motos que avanzan entre espasmos y flujo suave, como las hojas sobre un riachuelo. 
          Rutina de niños, baños, desayunos, y un beso de despedida, pero esta vez con un sentido distinto. Esta tarde tal vez una rosa. No espero libros, no espero nada. Por un instante veo la Rambla de Catalunya con sus tilos, los puestos abanderados con sus libros amontonados, los cubos con las rosas espigadas. Sabor a costumbre, muchas veces ignorada, y sin embargo me conforta saber que sigue ahí. Es bueno que algo permanezca cuando todo cambia, todo está en continuo movimiento. Es agradable preservar fechas que se repiten con una cierta estacionalidad en un mundo donde todo está al alcance siempre, a cualquier hora.
         He regalado libros hoy, pero han sido electrónicos, a distancia, para un amigo al que solo he podido saludar por teléfono. Es el mundo en el que vivimos, todo un poco virtual. Al menos los sentimientos no cambian. Me sigue alegrando que hoy sea San Jorge, San Jordi, el día del libro.

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