Desde hace tiempo, desde mediados o finales del
gobierno de Felipe González, España vive secuestrada por hordas de desalmados,
de gentuza que viene de lo peor de cada casa, los más vagos de la clase, los más
aprovechados, los menos escrupulosos, menos sensibles. ¿Puede uno vivir sin empatía?
El tema de la empatía se repite en la literatura y el cine, y afecta a
profesiones y actividades como la medicina o la política. Películas como Blade
Runner (y más en profundidad la novela de la que parte, ¿Pueden los androides soñar con ovejas eléctricas?) u Oblivion
recalan en una cualidad intrínsecamente humana, la capacidad de sentir por y
con el otro, de ponerse en su lugar. Pero he conocido la situación opuesta, típica
en las cadenas de mando, la necesidad de olvidar un pelaje incomodo, de
abandonar la crisálida de gusano que se arrastraba por el suelo sufriendo
humillaciones y ahora levanta el vuelo metamorfoseado en mariposa, leve, grácil
y orgullosa y que, soberbia, reniega de su pasado. (No pidas a quien pidió ni sirvas a quien sirvió)
En la época que nos toca vivir, el grado de
desprecio de nuestros gobernantes por “the ordinary people” es casi comparable al de los
monarcas franceses del siglo XVIII (si no tienen para comer pan, que coman
pasteles). Los recortes sociales se efectúan con la misma mano que otorga
rescates bancarios de 20.000 millones de euros. Y las mismas bocas y manos que
piden austeridad y bajadas de sueldos a la población desde Madrid o Bruselas autorizan
legiones de asesores personales, mantienen instituciones estatales inútiles, viajan
en primera clase, se asignan sueldos millonarios, o aceptan sobresueldos,
declarados o no.
Acaso nuestros políticos, en el ascenso a veces
lento y desesperado por las densas y espinosas tramas de los partidos y
reglas del juego democrático, sufran tanto como el gusano o el escarabajo de Kafka,
y aquellos que no mueren por el camino llegan al poder con la sed y hambre de
los Bolcheviques que asaltaron el Kremlin o ciudadanos franceses que invadieron
Versalles. Hambrientos, codiciosos, vanidosos, despreciativos, solo hay que
pensar en la cara de un ex jefe de gobierno o de su mujer, que casaron a la
hija con fasto de reina, en la forma de mirar, en el lenguaje corporal, en el
profundo desprecio que vertían sus palabras a todo lo que no fuera con ellos. O
en la forma de hablar de Cataluña como si fuera suya que tienen aquellos políticos
que evaden o guardan capitales en cuentas en Suiza, que llevan a sus hijos a
colegios extranjeros, o que se compran viviendas multimillonarias en las mejores
calles de Barcelona con el sueldo del cargo o del partido (¿seguro que no hay
algo más?)
La justicia no es igual para todos. Casi la
totalidad de la cúpula de un partido político como Unió Mallorquina está en la cárcel,
mientras que en otros reinos de taifas como Catalunya, “todos los hombres del
presidente” siguen en libertad después de haberse probado delitos de apropiación
indebida, malversación y evasión fiscal. ¿Dónde están los Prefanfetas,
Alavedras, Millets y compañía? Y un payaso con tupe y mandíbula de Madelman nos
recuerda en Cataluña el derecho a decidir, cuando su pseudosocio traicionero y
cambiante, Esquerra republicana, va llenando los sacos de votos de electores
decepcionados por los recortes, olvidando todos que entre éstos y aquellos
arruinaron a la Generalitat, el gobierno catalán.
A día de hoy, los banqueros que descapitalizaron
el sistema bancario están en la calle con pre-jubilaciones millonarias (en España
solo pueden prejubilarse cobrando fortunas los banqueros y los políticos).
Otros en cambio, como Mario Conde en el pasado, habían sido encarcelados hasta
8 años sin piedad. La mayor parte de estos ineptos eran cargos políticos que tomaban
decisiones políticas, no técnicas, desde cajas de ahorros. Cargos políticos, préstamos
políticos, indultos políticos, rescates políticos.
En España no existe una verdadera separación de poderes.
Es algo denunciado desde Europa y a lo que el gobierno español hace oídos sordos
porque le conviene. Los dementes intentos de Ruiz Gallardón por amordazar al
poder judicial y que motivaron una huelga de jueces este año se juntan con el
caso del señor Pérez de los Cobos, Presidente del Tribunal Constitucional, nada
menos, (¿Por qué nunca sonríe?) militante de la formación política gobernante,
algo que él mismo ve como lo más natural. Y los jueces que investigan corrupción
son machacados con llamadas amenazantes y trabajan con medios apropiadamente
limitados.
Tony Judt (muerto en agosto de 2010), polémico historiador
y politólogo, comenta que en la actualidad hay una crisis de ideas, con la devaluación
de las religiones, la caída del comunismo y la decepción del liberalismo con
sus consecuencias visibles. Hace falta un periodo de libre mercado con límites,
un intervencionismo estatal moderado, políticos con vocación de hacer el bien más que de hacerse con los bienes,
ciudadanos capaces de congeniar austeridad con alegría. Un periodo de más limpieza
moral, cultura del esfuerzo y emprendimiento.
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