El cine ha muerto,
larga vida a la televisión. Quien hablara del cine como de la séptima de las
artes y más tarde se refirió a la televisión como telebasura, debería asomarse
hoy a las carteleras y darse luego un paseo por las series televisivas de ACM,
un sello que, al menos, deja tras de sí dos de las mejores series de televisión
de los últimos años: MAD MEN y BREAKING BAD, mis series favoritas.
Al margen que a
cada uno pueda interesar el tema, es indiscutible que todos agradecemos que nos
cuenten una buena historia, o mejor aún, que nos la cuenten bien.
Nunca imaginé que
hablaría de técnica narrativa refiriéndome a una serie de televisión. Pero eso
es lo que dominan Vince Gilligan y su equipo en Breaking Bad.
Comencé mi recaída
de teleadicto con la serie MAD MEN porque me parecía inteligente, excelente el trabajo
de cámara, maravilloso papel el de los actores secundarios, y la descripción de
una época a través de cientos de detalles, los noticiarios, el tabaco en todas
partes, el machismo, la relajación social masculina tapada de hipocresía. Viví
convencido de que no hallaría nada mejor en TV. Pero Breaking Bad rompió mis
expectativas y las superó hasta convertirse en una adicción tan peligrosa como
la metanfetamina que vende su protagonista.
El uso de los cliff hangers, una técnica de cierto género
de novelas para acabar los capítulos con
expectativas interrumpidas y atraer al lector a nuevos capítulos, es manejado
con suma habilidad y las introducciones en clave de flasback or flasforward
(adelantar el final al principio) son impecables. Hay una gran riqueza de
registros entre los personajes principales y secundarios y es aprovechada para
crear un telón de fondo y describir una América sórdida, arquetípica,
convencional, una sociedad media que lo pasa mal, que acumula frustraciones
mientras se debate entre consideraciones y limitaciones morales, y que se opone
a caracteres despiadados que aparentan vidas normales, casi ejemplares.
El cariño se
empareja con la ira, el miedo con la ironía, el llanto con la hilaridad
enloquecida, la cobardía con los actos de valentía heroica o con fría crueldad.
Es una serie de tullidos, débiles, perdidos, de corte naturalista pero a la vez
mostrando la particular visión de la América del narrador, como la Rusia de
Gogol, real y universal, ficticia y particular, y donde los débiles luchan,
evolucionan, ganan.
Es impresionante la
capacidad para mostrar detalles técnicos, médicos, forenses, un detallismo a la
altura de relatos de Cormac MacCarthy. Y el nudo narrativo gira y da vueltas
como un remolino cada vez más cerrado hasta que explota y trae el final entre
alivio y tristeza. Quieres que se acabe, pero no se acabe nunca, que tus
personajes logren sus objetivos, aunque sabes que se están condenando, que
abandonen, y que sigan luchando porque si no se termina la serie. La selección
de las bandas sonoras (que parece un distintivo del sello ACM), desde boleros a
rap mejicano, es un complemento exquisito.
Breaking Bad. Cinco
temporadas, casi sesenta capítulos, de un sorbo, sin aliento. No os la perdáis.
No deja indiferente. Es una experiencia de vida y muerte,… como todas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario