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lunes, 20 de diciembre de 2010

LOS PÁJAROS CANTORES


      En una vida con tiempo, uno puede pararse a escuchar el canto de los pájaros. Frente a mi ventana, el día empieza con la música de golondrinas y gorriones, con sus piares histéricos las del frac, y sus chip chip los señores vestidos de otoño, sus pechitos henchidos. Solo les falta a éstos un sombrero hongo para recordarme a un francesito de provincias, en la mitad de su vida, disfrutando de la ansiada retraite, cuando sale los domingos a tomarse un pastis en una mesa al sol.

   En cambio, las que cantan con sus vestidos largos el frenético trino de agudos de alguna película de Hitchkok, me transportan a los cables de la luz o del teléfono de la calle frente a la habitación de mi abuela, en Vilanova de Meià. Siempre me dan una sensación de frescura, tal vez porque, aunque los escuchaba en el caluroso verano ilerdense, lo hacía desde el refugio penumbroso de una casa antigua de gruesas paredes.

   Frescura que también me transmute el canto del mirlo en los cedros de Barcelona tal vez porque cantan a su sombra, o porque al igual que los chopos, siempre habitan cerca del agua.

   Pero en Saigon hay otros pájaros, avecillas humanas, igual de madrugadoras, tan inocentes o desvalidas como aquéllos. También se levantan temprano o se acuestan tarde y tienen sus propios cantos y canciones. Mujeres estilizadas sobre sus bicicletas, bajo sus sombreros, ligeros tejados de paja, gritan la recogida de basuras, y los butaneros repiquetean en metal, y los masajistas ambulantes sobre madera, como pájaros carpinteros. Y por las noches los vendedores de helado atormentan a sus clientes desde sus carritos con músicas enlatadas, en un bucle de cuatro o seis compases y los pajarillos ciegos, hijos de la desgracia o del horror, acompañados de sus lazarillos, entonan quejidos que emergen de altavoces descomunales, a la par que venden barritas dulces a los niños.

   Mientras, intramuros, las mujeres del color de la tierra acunan a mis hijas con melodías sin fin, de orígenes tan exóticos y ejecuciones tan tuertas como ellas mismas. Y yo trato de recordar si en Barcelona hoy en día alguien canta o incluso sonríe.

1 comentario:

  1. muy bonito jefe..........muy bonito......me gusta saber que hay mujeres que tienen el color de la tierra, tan distante del color del francesito de provincias...

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