Resulta
curioso que en un país productor de café, tomar café pueda ser un símbolo de
estatus. Y es que al menos en Saigón, la gente vive con, de y para los
símbolos. Cuando abrieron el primer (creo que único todavía) establecimiento de
Starbucks, café a 100.000 VD (5 USD), la cola daba la vuelta a la manzana. Los
afortunados paseaban sus vasos de plástico de un bar a otro para tomar sus
bebidas en ellos, para mostrar que habían estado allí, que habían pagado por su
café más que por ningún otro de la ciudad, o para indicar que están a la “última”.
En Saigón
hace años que además de los puestos itinerantes de café callejero (eso no es
café), o las cafeterías independientes, proliferan bellos establecimientos de
las cadenas Trung Nguyen, Coffee Bean and the tea leaf y Highlands. Además, en
múltiples locales venden café Illy o Vergiano.
La sociedad vietnamita, carente de sobremesas largas, entendidas como las reuniones que se
prolongan más allá de la comida en la misma mesa o en otra más pequeña, en
cómodos sofás o sillones, y que sorprende pues por la brevedad de sus actos
sociales, de sus bodas, donde una vez finalizada la comida los invitados
desaparecen como por encanto, dicha sociedad se regala en cambio en los cafés y terrazas de
Saigón, repletas de jóvenes con más tecnología que cultura y que degustan las
variadas ofertas de café caliente o helado.
No me habría
llamado la atención este fenómeno que se une a la colección de símbolos de
estatus de la ciudad que nunca duerme si no fuera por la anécdota de Nespresso.
Un colega
murciano me comentaba que en la calle principal de su ciudad, el
establecimiento de la cadena Nespresso compite con bancos (hoy en día nunca
mueren), tiendas de ropa de cadenas internacionales y de computadoras (Apple).
Nespresso es
símbolo de estatus en la España de los recortes. Un acierto en la
popularización del lujo. Puedes comprar una cafetera por 50 euros y tomarte los
cafés a 30 céntimos en casa, cada uno con su capsulita de aluminio de colores.
En las tiendas te atienden con una gran corrección, te hacen sentir que eres
alguien, el cliente con mayúsculas, y te invitan a café. Un pequeño gran lujo
en la España humillada por la crisis.
mmm. Apetitoso comentario.
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