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viernes, 3 de agosto de 2012

TAMBIEN EN SAIGON ES AZUL

                A mí me gusta llamarlo Saigón, y no la ciudad con el nombre de un conquistador. Aunque en realidad no la conquisto él. Cuando acabó la guerra de Vietnam, una guerra civil, no lo olvidemos, no una guerra de vietnamitas contra americanos, cuando acabó, Ho Chi Minh hacía años que estaba muerto. Nguyen That Thanh, que así se llamaba en realidad Ho Chi Minh, murió en el 1969, mientras que la Guerra no terminó hasta abril de 1975.
                Pues bien, a medida que paso los meses, ya casi dos años, en esta ciudad de carrusel, caigo en detalles que me sorprenden por no haberme dado cuenta antes. Cuando acaba el extremo de la época seca, el seco y caluroso mes de mayo, las lluvias caen cada vez con mayor frecuencia, y si en España hasta mayo no te quites el sayo, en Saigón, desde junio hasta diciembre. De este modo, en el mes de julio, insoportablemente caluroso en España y en otros países de la cuenca mediterránea (horroroso en Florencia), en Saigón es como un otoño fresco, un equinoccio ficticio (en realidad todo el año es equinocte, pues las horas de luz apenas varían en los doce meses) con sus cielos azules, la luz más blanca, menos vertical, la radiación menos infernal.
                Algunos días me parece respirar el aire de Barcelona en primavera, en uno de esos días de sol fuerte pero aire fresco, cielo añil, de pocas nubes. Y aunque es cierto que la ilusión dura poco, porque una o dos horas después ya se amontonan las nubes grises en aguadas desvaídas, cada vez más negras, y se levantan corrientes ya no de aire sino de viento amenazante, para luego deshacerse el cielo en un hervor despiadado, aun así, en esos días me sonrío con una alegría genuina, un tanto teñida de melancolía, pero más por haberme condenado a rutinas o disciplinas laborales que me impiden disfrutar de esos momentos hasta que se acaban, que por sentirme alejado del ambiente donde sentí por primera vez esas alegrías.

1 comentario:

  1. Pues si. Recuerdo un chaparron de diez minutos en una playa mallorquina que me dejo empapado y embarrado. Un quilometro mas alla, no habia llovido nada. Curioso.

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