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lunes, 25 de julio de 2011

LOVE IS IN THE AIR

          Entran con los ojos bajos, o miradas al cielo, sonrisas forzadas, o completamente circunspectos, arrastran los pies, o caminan como si pisaran huevos, y entonces empieza la confesión, a veces liberatoria, o una sarta de mentiras, las que se quieren creer, y hacer creer a sus mujeres. Solo fue una noche loca, o alcohólica, o es la primera vez o será la última; excusas para rehuir la aceptación de su deseo, de su debilidad. La soledad es peligrosa y la tentación abundante. Una copa de más, una palabra de más, un roce de más y ya es demasiado tarde. Clamidia, gonorrea, sífilis, tricomonas, pediculosis, sida o hepatitis B esperan su oportunidad de ser compartidos en un país donde la doble moral es la regla, y la ambición y la codicia material están muy por encima de la integridad o de la pureza del alma de sus fugaces parejas.
Describen o muestran sus síntomas y a continuación, la imperiosa necesidad de expiar, de contar su desliz, de sincerarse con su cónyuge, de prevenir contagios. Intentan arreglar con franqueza y antibióticos lo que la infidelidad ha manchado, sin distinguir que fidelidad y lealtad no son lo mismo, que solo los niños son inocentes por algún tiempo, y que los tropiezos sirven para devolvernos un trozo del lado oscuro de lo humano, y nos dan mayor profundidad y dimensión. Y me miran como si yo fuera un juez, o un cura y yo solo les recuerdo que la vida hay que verla en perspectiva, que los humanos flotamos al capricho de las circunstancias, que solo la voluntad nos defiende.
La voluntad, la risa o la imaginación nos elevan por encima de la naturaleza, que se mueve por impulsos; pero al final, lo animal es fuerte y lo humano frágil, y es la naturaleza la que se burla de nosotros.

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