Es un eslogan tan anticuado como el color sepia, o la legía el guerrero, lava la señora, lava el caballero, o como la sonrisa de Netol. Sin embargo sigue siendo una cuestión de importancia nacional. El cardo es la flor nacional de Escocia (por qué será), la hoja del arce aparece en la bandera de Canadá, y el madroño representa a Madrid junto con el oso. En Hanoi se conocen las estaciones por las flores que se venden en la calle, y el madrugador mercado de las flores es una atracción para quien lo visita. Así pasamos de la inocencia invernal del lilium albo, a la corta pero intensa primavera de la rosa roja, hasta detenernos en la serena y prolongada presencia del loto rosa, que nos acompaña durante todo el pegajoso verano. El gobierno de Vietnam ha efectuado encuestas para decidir cuál debe ser la flor que represente a la nación. Quizás acabe por sustituir a una bandera de signos prestados por los rusos, la hoz y el martillo sobre un baño de sangre, y los brazos en alto y los puños cerrados se transformen en palomas y sonrisas. Las encuestas han superado por 70 a 30 a las flores del cerezo y el melocotón en favor de la flor de loto rosada. Su hermana blanca no ha sido tenida en cuenta. Y es que la flor de loto rosada está llena de sorpresas, pues cuando se abre, su corazón es un intenso escenario amarillo alrededor del cual bailan los estambres, y sus pétalos carmín de garanza se aclaran hacia un rosado amable y delicioso. Buena elección pues la del pueblo vietnamita.
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