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jueves, 17 de marzo de 2011

UN CALLEJON OSCURO

Se mete por un callejón oscuro, que no es otra cosa que el espacio que han dejado entre sí dos medianeras, apenas un metro de ancho, negrura completa si no fuera por una luz al final, que alguien parece haber olvidado, y sobre la cual veo desaparecer la silueta de mi mujer por alguna entrada lateral ¿Será la última vez que la veo? Ha ido a hacer una visita relámpago, al estilo vietnamita, no más de 15 o 20 minutos aunque haga cinco años que no ve a su amiga y esté enferma. Mientras recuerdo las palabras que ha dejado en mi oído antes de abandonarme en el coche. Ha escuchado en la radio detención dos proxenetas por tener secuestrada a unas campesinas a las que amenazaban o propinaban buenas palizas en caso de huida. En Saigón existe una colección de peluquerías donde jamás se ha cortado a nadie el cabello. Pase al fondo que le lavaremos la cabeza y de paso...Las jóvenes, más lozanas que bellas, aprietan sus carnes bajo un vestidito oscuro de falda corta, por donde sobresalen brazos y piernas como un manojo de espárragos blancos y delgados, o no tan delgados.
      Las motos pasan como una plaga de langostas. Unas, la mayoría, hacia delante, y otras, por en medio hacia sentidos diversos. Una se detiene tras arriesgar la vida de toda la familia en una maniobra suicida, ilegal e inaudita y descarga a sus pasajeros, cuatro, uno de los hijos sentado en una silla de mimbre, una trona entre el asiento del conductor y el manillar, con lo que dificulta la maniobra de giro sobremanera y pulsa el claxon a la fuerza cada vez que gira a la izquierda. El crío que ha desocupado la trona va sin casco, pero con gorrito y mosquitera. Se entretienen comprando un comistrajo, chao trang, en un carrito-restaurante iluminado por neón, como no. La que conduce la moto, compra y paga, es la mujer, el tejido productivo y espíritu de la familia, casi con seguridad. Apostaría a que el marido en tan solo la argamasa de ese núcleo familiar sobre ruedas, el zángano que apelmaza a los críos a su vera. A los cinco minutos se incorporan los cuatro a la circulación, como una innecesaria transfusión de glóbulos rojos, o de cascos de colores.

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