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jueves, 3 de febrero de 2011

Los colores del año nuevo

Flores amarillas de la suerte, rosas rojas y flores rosadas como las del cerezo en primavera son todas visibles en las avenidas, los portales, las tiendas o sobre las excavadoras inactivas. Se apilan macetas donde flores arracimadas deben venderse antes de año nuevo. Los árboles de la suerte se reparten en moto, maceta y sarmiento, con su flores amarillas abiertas o a punto, sobre los troncos retorcidos, y esos días convierten a los motoristas árboles sobre ruedas, poetas a su pesar, una nota estética en mitad del tráfico, tan rudo, mecánico, transeúnte y mortal. Y hay quien se ofrece para cuidar esos árboles pasadas las fiestas, en un invernadero hasta el año siguiente. Eso sí es reciclaje.
             El verde de las sandías, apepinadas o redondas, se acumula en los caminos. El rojo de las banderas rojas, flamea como las alas de un ave prehistórica, o de un vampiro, tan irreales y caducas como lo que representan. Sus colores rojos y amarillos se continúan con los de las tiendas, donde rulos, sobres para regalar dinero y calendarios cuelgan de sus paredes como las oraciones en las mastupas tibetanas.  
Todo el mundo reparte regalos, cestas navideñas con paquetes de cigarrillos, vino de Dalat, obsequios que van de abajo a arriba. Los empleados regalan a sus jefes, los empresarios a sus clientes: todos desean suerte para el próximo año, y la suerte se paga, o se compra. Pero la suerte es superstición. Aunque por si acaso, muchas gracias por mantenerme en mi puesto o por ascenderme. Una mano sobre la mesa y otra por debajo. Los sobres circulan  de puerta en puerta, hacia arriba, hacia abajo.
Por ello, es importante también que la primera persona que cruce nuestro umbral después del año nuevo sea alguien de fiar. Feliz año del gato y que todos ganemos dinero. Como me dijo un joven miembro del partido comunista, ganar dinero es la principal motivación. Un chico de mirada despierta, que hablaba lo justo, pero sonreía y escuchaba, sobre todo escuchaba.
 

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