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domingo, 20 de febrero de 2011

HOMBRES CON TRAJES DE ARENA


           Queridos hombres con trajes de arena y cascos del tiempo del comediscos y del capitán Tan. Que ayer ya me pusisteis una multa...¿no lo recuerdas? La mujer se lo dice a la cara mientras se ríe. El hombrecito, duda...La dejan ir. No ha tenido que adivinar cual es el precio del día, el precio de ese hombre, que puede ser distinto del siguiente o del anterior. Mientras la justicia sea administrada por hombres nunca será ciega. Y el día que lo sea, Dios nos proteja de aquello que algunos escribieron en sus decretos. Las calles están llenas de melones, sandías y flores amarillas. Árboles sin hojas que abrirán sus flores para el año nuevo. El mercado de orquídeas está imposible tras la ola de frío en el Norte.
            Los turistas se pasean con sus mochilas pegadas al abdomen, gravideces de quita y pon, forma de viajar antídoto de todo impulso diogenético. Cambian joroba por barriga, y su desconfianza los convierte en insectos de gigantescas proporciones que caminan balanceando los brazos, el cuerpo ligeramente hacia atrás, la mirada nublada por el calor y ese estado líquido en el que se diluye la voluntad y se espesa el entendimiento.
            Caen las luces y bajo el goteo acosador de los vendedores de lotería observo la desaparición de los coches frente al mercado de Ben Tahn y el movimiento veloz de los toldos rodantes bajo los cuales se dispondrá en minutos una miríada de restaurantes nocturnos. En mesas comunes se apretujan esa pareja de extranjeros ahorradores, la pandilla de prejubilados alemanes o australianos que pasan media hora en alcanzar un menú común por consenso, el chino tostado y arrugado como una pasa de Corinto que se hace acompañar por una gacela con tirabuzones y taxímetro de la edad de la hija que nunca ha tenido, o el matrimonio multirracial que pide huevos cocidos con patito dentro y un pastel de arroz soplado hasta convertirse en un globo de crujientes paredes. Los perfumes de primeras marcas europeas, humillados por el sudor, se mezclan con los fritos, barbacoas y los hedores de la muerte de pescados o mamíferos del vecino mercado. Al salir, paseando entre las tiendas que ofrecen rebajas sobre lo que ya nació rebajado, canta la abominable tortura melódica de los vendedores de helado.
   Al fondo, los hombres de arena, de a dos sobre su motocicleta de juguete, comunican a un conductor algo poco divertido.



         

1 comentario:

  1. Poco a poco, un artículo tras otro, tu punto de vista va mutando y te vas transformando en un elemento de tu propio escenario.

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