Olvidado rey Gudú es un maravilloso libro que recomiendo
a todos. La saga de los reyes de Olar, un reino ficticio pero ubicable en
Europa del Este, quizás en la edad media de Hungría o Rumania, habla de los
desmanes, crueldades, desafíos y sueños de Sikrosio, Volodioso y Gudú, reyes de
Olar, de su pasión por la estepa, por la vida, la sensualidad y la gloria, y
por la muerte, la caza, la guerra, la autoridad indiscutible. También habla de
seres sensibles, pertenecientes al mundo de los sueńos y los cuentos de Grim y
Perrault, del Príncipe Almíbar y el Príncipe predilecto y el Príncipe once, con
su brazo ala de cisne. Podría ser solo un libro de literatura juvenil, pero es
el libro de una candidata a Nobel que escribió con casi setenta años.
Estupendo retrato de la ambición, de lo efímero y decepcionante que puede
resultar el alcance de la Gloria, del vacío inmenso, silencioso y oscuro que
deja, cuando uno se da cuenta de que su vida tenía más sentido alentada por el licor
agridulce del deseo, cuando éste lo colmaba todo, desde los pies hasta por
encima de la visión, cegando y sumiendo al ambicioso en una bruma ardiente que
hacia brillar sus ojos y le abrasaba por dentro. Y así, Gloria conseguida,
bruma disipada, solo ceniza y amargura, o desazón, por la rapidez con que se
disipan también las mieles del éxito, y muchos, después de colmar esa tan
larga, antes deseada empresa, se desmoronan como un mueble atacado por la
carcoma, hasta entonces en apariencia intacto, colapsándose sobre sus propios apoyos,
en una nube de polvo y silencio, de cenizas blancas o carbones renegridos, en
la estepa de Olar o en el desierto de Cormac Mc Carthy.
Gloria es nada, y en la
guerra, menos que nada, o cuando menos incierta. Eso solo lo saben los que
luchan y matan. Los que ven la muerte tan de cerca que la huelen y la tocan.
Pero hoy la cosechan los políticos, que ordenan la muerte entre copas de
champán y sábanas de mil euros. Y los guerreros juegan a videojuegos, y
asesinan con drones sin pilotos, y solo eliminan pantallas de ordenador,
aumentan escores, ganan incentivos. Peligroso es cuando se confunde realidad
con ficción, y matamos en sueños pero sucede en realidad, como los deseos
clavados sobre un muñeco de Vudú. ¿O era Gudú?
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