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sábado, 21 de abril de 2012

VIVIR SIN AIRE ACONDICIONADO




Veintiuno de abril. Mientras en España se recordará este invierno como un invierno de mínimos, con nieves durante un mes en el Masanella y el puig major de las Baleares, en Saigón estamos de máximos, con 37.5 grados Celsius esta semana. El disco rojo se levanta a las cinco y media sobre días que amanecen claros o brumosos, y conforme el sol alcanza su trono al medio día, el calor se aplasta, se comprime entre el asfalto y el cielo, los gases de la atmósfera cumplen con las leyes que los gobiernan y se condensan en un espacio reducido, y a medida que aumenta su presión, lo hace también su temperatura ,y condenan a los que nos movemos en ese vapor a refugiarnos día y noche en espacios oscuros, refrigerados por máquinas que arrojan más calor al aire, en un círculo vicioso. Desfilan los pacientes con faringitis, otitis y sinusitis, tantos como en el otro lado del globo, solo que aquí parece absurdo, pero son las víctimas de los aires acondicionados. ¿Acaso nadie se ha resfriado en verano? Son resfriados molestos, que piden calor cuando queremos frío, baños y helados. Por lo contrario, el cuerpo nos exige cama y manta. Y la situación es extraña. Por la tarde, cuando hay suerte, el cielo se tiñe de tonos graves, el río pierde su brillo y vira a un color de lodo mate, cremoso, y su superficie comienza a hervir, a encresparse por ráfagas de viento. Ya al fondo unas áreas de la ciudad desaparecen tras velos fantasmagóricos. Ha comenzado a llover. Huele a barro. Suele ser así. Por sectores, ahora allí, más tarde aquí. Nunca por mucho tiempo, aunque a menudo con gran ímpetu. Solo hace dos semanas de la gran tormenta tropical que sacudió la ciudad. Parece que hay una clasificación, siempre hay alguna, de la severidad de las tormentas tropicales. La nuestra fue pequeña, pero dejó la ciudad enterrada por un manto de hojas, y múltiples árboles tumbados en las calles comerciales y en los parques. Tendemos a anhelar lo que no tenemos. No sé si los androides sueñan con ovejas eléctricas, pero yo sueño con dormir sin aire acondicionado.

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