Veintiuno de abril. Mientras en
España se recordará este invierno como un invierno de mínimos, con nieves
durante un mes en el Masanella y el puig major de las Baleares, en Saigón
estamos de máximos, con 37.5 grados Celsius esta semana. El disco rojo se
levanta a las cinco y media sobre días que amanecen claros o brumosos, y
conforme el sol alcanza su trono al medio día, el calor se aplasta, se comprime entre
el asfalto y el cielo, los gases de la atmósfera cumplen con las leyes que los
gobiernan y se condensan en un espacio reducido, y a medida que aumenta su
presión, lo hace también su temperatura ,y condenan a los que nos movemos en ese
vapor a refugiarnos día y noche en espacios oscuros, refrigerados por
máquinas que arrojan más calor al aire, en un círculo vicioso. Desfilan los
pacientes con faringitis, otitis y sinusitis, tantos como en el otro lado del
globo, solo que aquí parece absurdo, pero son las víctimas de los aires
acondicionados. ¿Acaso nadie se ha resfriado en verano? Son resfriados
molestos, que piden calor cuando queremos frío, baños y helados. Por lo
contrario, el cuerpo nos exige cama y manta. Y la situación es extraña. Por la
tarde, cuando hay suerte, el cielo se tiñe de tonos graves, el río pierde su
brillo y vira a un color de lodo mate, cremoso, y su superficie comienza a hervir, a
encresparse por ráfagas de viento. Ya al fondo unas áreas de la ciudad
desaparecen tras velos fantasmagóricos. Ha comenzado a llover. Huele a barro.
Suele ser así. Por sectores, ahora allí, más tarde aquí. Nunca por mucho
tiempo, aunque a menudo con gran ímpetu. Solo hace dos semanas de la gran
tormenta tropical que sacudió la ciudad. Parece que hay una clasificación,
siempre hay alguna, de la severidad de las tormentas tropicales. La nuestra fue
pequeña, pero dejó la ciudad enterrada por un manto de hojas, y múltiples
árboles tumbados en las calles comerciales y en los parques. Tendemos a anhelar
lo que no tenemos. No sé si los androides sueñan con ovejas eléctricas, pero yo
sueño con dormir sin aire acondicionado.
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