No os asustéis. No me he vuelto a casar. Por poligamia el Diccionario de la Real Academia de la lengua española define el régimen familiar en que puede tenerse varias esposas. Es una práctica prohibida por ley en casi todo el mundo y por las religiones católica y hebrea, no así por la musulmana, aunque por motivos diversos (el económico debe ser el principal) la mayoría de países islámicos solo lo acepta en supuestos muy concretos, con el consentimiento de la mujer o en caso de enfermedad mental o esterilidad de la misma. Pero es conocido que diccionarios y leyes van siempre por detrás de la vida real de las palabras y los hechos.
Os aseguro que muchos días siento una zozobra insoportable derivada del exceso de hormonas femeninas a mi alrededor. Una mujer, dos hijas, dos niñeras y una suegra es mucha mujer para alguien que proviene de un pasado de dominancia masculina (dos hermanos, padre, gato y loro). Porque a fin de cuentas, el acta de matrimonio, único o múltiple, solo legaliza o reconoce un hecho convivencial en el cual puede además presumirse un acto sexual y unas repercusiones económicas frente al conyugue o la administración. Pero si prescindimos de estos detalles pecuniarios o fornicatorios, queda toda esa gran parte del quesito estadístico o de la esfera del reloj diario o anual que es la convivencia pura y dura. Y en eso, con o sin papeles, en nada se diferencia mi vida de la poligamia. Me imagino esos granjeros americanos o esas familias de los cotagge ingleses, pendientes de casar a las niñas, el padre rodeado de trenzas, lazos y enaguas a la hora del desayuno, risas adolescentes o gritos premenstruales, y los proyecto sobre lo que va a ser mi vida con una cierta inquietud. Y hago recuento y veo que mi situación es minúscula comparada con la de mis vecinos. Mi primo que tiene seis niñas y…sí, finalmente el niño. Mi amigo Ángel que vivía en una casa de masaje de Saigón con veintisiete chicas, más la novia. Mi amigo Nicolás que vivió en un burdel investigando la situación del trafficking, o yo mismo en el pasado cuando recuerdo la hiperpoblación del hospital de médicos hembra o las escuelas de bellas artes de Florencia donde era el único que no se sentaba en el WC.
Frente a este acoso de XX contra el XY, y porque nunca llueve a gusto de todos, en China se calcula que hay un déficit de 50 millones de mujeres (eran pocos y parió la…) y en Australia, ser mujer es un criterio de discriminación positiva ante la oficina de inmigración. Ante esta situación de dominio ovular tan nueva para mí solo puedo limitarme a sonreír de vez en cuando y ausentarme a menudo para recuperar mi identidad, pues a fuerza de contacto acabaría disuelto en perfume, tonos agudos infantiles y sofocaciones postmenopáusicas. Si queréis abundar en la materia:
Os aseguro que muchos días siento una zozobra insoportable derivada del exceso de hormonas femeninas a mi alrededor. Una mujer, dos hijas, dos niñeras y una suegra es mucha mujer para alguien que proviene de un pasado de dominancia masculina (dos hermanos, padre, gato y loro). Porque a fin de cuentas, el acta de matrimonio, único o múltiple, solo legaliza o reconoce un hecho convivencial en el cual puede además presumirse un acto sexual y unas repercusiones económicas frente al conyugue o la administración. Pero si prescindimos de estos detalles pecuniarios o fornicatorios, queda toda esa gran parte del quesito estadístico o de la esfera del reloj diario o anual que es la convivencia pura y dura. Y en eso, con o sin papeles, en nada se diferencia mi vida de la poligamia. Me imagino esos granjeros americanos o esas familias de los cotagge ingleses, pendientes de casar a las niñas, el padre rodeado de trenzas, lazos y enaguas a la hora del desayuno, risas adolescentes o gritos premenstruales, y los proyecto sobre lo que va a ser mi vida con una cierta inquietud. Y hago recuento y veo que mi situación es minúscula comparada con la de mis vecinos. Mi primo que tiene seis niñas y…sí, finalmente el niño. Mi amigo Ángel que vivía en una casa de masaje de Saigón con veintisiete chicas, más la novia. Mi amigo Nicolás que vivió en un burdel investigando la situación del trafficking, o yo mismo en el pasado cuando recuerdo la hiperpoblación del hospital de médicos hembra o las escuelas de bellas artes de Florencia donde era el único que no se sentaba en el WC.
Frente a este acoso de XX contra el XY, y porque nunca llueve a gusto de todos, en China se calcula que hay un déficit de 50 millones de mujeres (eran pocos y parió la…) y en Australia, ser mujer es un criterio de discriminación positiva ante la oficina de inmigración. Ante esta situación de dominio ovular tan nueva para mí solo puedo limitarme a sonreír de vez en cuando y ausentarme a menudo para recuperar mi identidad, pues a fuerza de contacto acabaría disuelto en perfume, tonos agudos infantiles y sofocaciones postmenopáusicas. Si queréis abundar en la materia:
http://filosofiaderecho.blogspot.com/2005/10/materiales-3-poligamia-y-pensin-de.html
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