Tomo un taxi. Se incorpora a la circulación sin mirar. Un golpe metálico. Una moto bajo las ruedas. El taxista espera, dubitativo; mira por fin, un poco tarde. ¿Saldrá a comprobar que ha pasado? No tiene prisa. El taxímetro no corre si el coche no circula. Peor para él. Sale y ve como otro hombre ayuda a una mujer a levantarse del suelo. La moto no se ha roto. La mujer tampoco. Ni hola, ni lo siento ni adiós. Seguimos circulando. El claxon no para. El aire acondicionado me agrede. Los pasos de peatones no existen en la mente del conductor. Me temo que los peatones tampoco. Las motos sí, porque obstaculizan el tráfico. Los taxímetros se mueven a diferente ritmo según la compañía y el conductor. Hay que buscar compañías honestas, pero nadie está a salvo. Cuando tengo prisa tomo un Xe Om, un moto-hombre, o literalmente, moto-abrazo. Las moto-taxis son más rápidas que los taxis, porque circulan sobre las aceras, más baratas, más peligrosas. No llevan retrovisores. No miran. Salgo del taxi, congelado. Se me empañan las gafas por la humedad y la abismal diferencia de temperaturas, de la nevera al horno.
La conducción vietnamita refleja su carácter, o su escala de valores. Tú no me importas. No existes en mi mente. No tengo que hacer cola. Tú no estás ahí. Solo yo, yo, yo y después yo. Tal vez sea un estado previo al amor al prójimo. Primero necesito estar colmado para empezar a repartir. Buen principio en un país comunista, al menos en los carteles de propaganda, de diseños tan desfasados como la simbología que los adorna, porque la ideología, en la calle, no existe, o en todo caso, se llama prisa y dinero. En medio de ese mundo que se acelera cada día, de tanto en tanto, una vieja con la cara arrugada como una pasa, con la boca como un monedero de nuestra abuela, un diente arriba y otro abajo, lo justo para cerrarla sin que la abra el viento, bajo un sombrero de paja y vestida de colores intensos, circula en bicicleta, a cámara lenta. Transporta flores o fruta, pero también silencio, paciencia, perseverancia, humildad, y una sonrisa inagotable, la mueca afable del que lo ha comprendido todo o del que cree que no hay nada que comprender, solo vivir, seguir viviendo.
You are a doctor, isn't. Aren't you?
ResponderEliminarSo why didn't you checked the person under the taxi rather than wait in the backseat?
Why do you live in a (coloured) country that you doesn't like?
El Dr. Rubén tiene razón. Los españoles sabemos estar en el mundo, no como "anónimo".
ResponderEliminarHay culturas que acaban de bajar del árbol...
Dr. Rubén, a que cree Ud. que se debe este extraño comportamiento del pueblo vietnamita?
Gracias por ambos comentarios. Creo que anónimo tiene su parte de razón. No me moví del asiento porque la persona enseguida se levantó y no le había pasado nada. También puede parecer que no me guste vivir en Vietnam porque suelo decantarme por comentarios críticos. Las circunstancias me obligan a vivir aquí, y los hechos que relato son ciertos, aunque por supuesto, parciales. El comportamiento vietnamita no lo comprendo, pero creo que todo el mundo va a lo suyo. Al menos en la calle. En cambio, en el ámbito familiar hay una gran solidaridad. I hope you can read my coments, Anonimo, but let me tell you that nobody is perfect. My reaction was also slow, and by the time we were going to act, the woman was already standing and looked like nothing happen. I hope you always can live where you like and being happy.
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