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miércoles, 11 de diciembre de 2024

 




COOK OR DIE, the english version of EL ÚLTIMO CANAPÉ, LA COCINA O LA VIDA, from Lux Lumière, is coming. 

Lux Lumière is looking into sharing her book with the English reading audience. A translation is therefore in process. 

Here a highlight of one of his main characters's manifesto: 

‘Chefs are artists with a stopwatch. Ingredients are living beings that begin to decompose the moment they cross the kitchen door, or even before if we bought wrongly. You have to use them at the right time. Too early is bad, too late, disastrous. Mistakes are costly. If you let an opened can of caviar spoil, you’re out. Recipes are musical creations, they have tempos, their full, half, quarter, eighth, and sixteenth notes. Full notes for marinated items; Half notes for soups, stews, boiled dishes, cakes; quarter notes for vegetables and grilling, for steaming and pastas, for rice; eighth notes for meat, for frying, and omelettes; sixteenth notes for sautéed seafood, for salads. Customers have expectations of rhythm. Their stomachs can’t tolerate a bite being delayed more than fifteen or twenty minutes, or the digestion of the previous dish begins, and they lose interest or enter a hungry aggression. There must be a tick-tock inside each chef, just as there’s a metronome inside every musician. And that rhythm is either within you, or it’s not. Because entering a kitchen without a metronome is like playing in an orchestra without a score, an infinite and unnecessary risk. And here, the conductor of the concert, the first violin, the soloist, and the one who sets the note that everyone tunes their instruments to, is me, Scarpatti’.


jueves, 28 de noviembre de 2024

EL ÚLTIMO CANAPÉ

 Lux Lumière sale a la luz con el título El último canapé, tras una labor de investigación toxicológica de una década que pone al servicio de la ficción para sorprendernos con una historia de destino en la que los protagonistas al igual que en las tragedias griegas deben debatirse entre la moral individual y la colectiva, entre la posibilidad de vivir ignorando la llamada de una misión trascendental o someterse a un camino fatal e ineludible. La novela aborda el mito del doble, personalizado por dos gemelos, una mujer y la otra transgénero, una chef de cocina, la otra médico que abandonará su profesión para seguir los pasos de su hermana desaparecida y descubrir que no la conoció en absoluto. El mundo de la alta cocina creativa es llevado a extremos de performance donde el ingrediente más importante será la supervivencia. El chef de la meca de la cocina mundial encarna la soberbia y la vanidad en estado puro, mientras vive con una cuenta atrás que suena como un reloj en su cabeza. La trama progresa hacia una serie de finales abiertos con un paisaje de fondo en el que vemos figuras, víctimas y verdugos, de toda clase y condición, mientras una inspectora de policía, protagonista de otras novelas de Lux Lumière inéditas, tratará de llevar a la justicia colectiva a aquellos que la han repudiado y aplican la justicia individual a una serie de criminales. 

Podéis acceder al libro en formato digital en Lulu.com


https://www.lulu.com/shop/lux-lumi%C3%A8re/la-cocina-o-la-vida-el-%C3%BAltimo-canap%C3%A9/ebook/product-2mjkzpw.html?page=1&pageSize=4


También accesible en Amazon Kindle en formato ebook y tapa blanda

https://www.amazon.com/gp/f.html?C=2YZ91DPTDXIF1&K=3TC5JW85XPWOB&M=urn:rtn:msg:2024121102550130e1b4d40c124546a7399bfe8690p0na&R=1FSR1OKTZWI66&T=C&U=https%3A%2F%2Fwww.amazon.com%2Fauthor%2Fluxlumiere%3Fref_%3Dpe_2466670_811284380&H=EDEXCTAUTWZFHLKQUBCBJNN96ASA&ref_=pe_2466670_811284380




martes, 8 de octubre de 2019

NOTICIAS DE AMANTE EN SAIGON

Queridos lectores y amigos,

A partir de ahora AMANTE EN SAIGON puede comprarse en una dirección nueva. Es la misma editorial que ha cambiado de nombre. La editorial mundopalabras ahora se llama RUBRIC. Es lo que hay, todo cambia.

Muchas gracias por vuestra confianza y apoyo.

Rubén

Aquí están las nuevas direcciones:

https://rubric.es/producto/amante-en-saigon

o bien

libreria@rubric.es

lunes, 19 de agosto de 2019

QUE VUELVAN LAS POSTALES

Las postales llegaban entre el correo como una nota de color; a veces descoloridas o arrugadas o con la tinta corrida si habían sido escritas con pluma. Eran palabras amigas, una oportunidad de saludar a alguien que queremos cuando conseguimos una vez o dos al año escapar de ese rígido tirano que es la rutina. Vivir rutinizado es cómodo, es eficiente, incluso necesario, sobre todo cuando tenemos hijos, pero deja pocos espacios para lo que se sale del programa habitual. Ahí las postales ayudaban a enviar, a veces a cruzar, unas pocas palabras de recuerdo, simiente de un futuro encuentro para ponerse al día. Eran mensajes individuales, dirigidos a cada uno de los que deseábamos saludar. Tenían el rito de la carta: papel, bolígrafo, sello y buzón y, lo más importante, la espera.

En las paredes de los despachos, de los consultorios médicos, en las puertas de las neveras o por un tiempo encima de los pianos o junto a una lámpara de una mesa auxiliar o en la mesita de noche junto a la cama, ahí estaban esas postales, ventanitas abiertas al mundo, sorpresas exóticas junto a nuestra cotidianeidad, imágenes compartidas y celebradas o envidiadas por los compañeros de trabajo, que como el calendario de adviento, escondían bajo la foto un pequeño regalo: unas palabras de recuerdo, una frase cómplice, una cita erudita, una invitación a la aventura.

Hoy las hemos sustituido por imágenes de Instagram, inmediatas, sin palabras o casi, un solo envío multidestinatario, sólo para nuestros teléfonos a menos que las enviemos de nuevo a otros. En lugar de una imagen de papel que trata de sintetizar todo un viaje, enviamos diez, cincuenta vistas, algunas muy artísticas. Es el triunfo de farenheit 451. El Torquemada de la película de Kubrick se sentiría orgulloso de los tiempos que corren. ¿Palabras? Para qué. Una imagen vale más que mil palabras. ¿Lo vale? No estoy tan seguro.

Después de un veraneo italiano rodeado de chinos con su turismo depredador de horda y de “tick in the box”, de imágenes de Instagram, colas antes de apertura en las puertas de los restaurantes recomendados en las webs de los aficionados a guías turísticos, ofertas de “fast track” incluso para entrar en una iglesia (nada menos que San Pedro del Vaticano), me queda un regusto amargo de mundo perdido, acentuado por la lectura de Peregrinos de la Belleza, de Maria Belmonte, una selección de vidas auténticas de hace menos de cien años, testigos ya, entre guerras mundiales, de la progresiva vulgarización, es decir, accesibilidad al vulgo, que da lugar a convertir lo poético y lo sublime en productos de consumo de masas.

Rezo por un regreso a las postales, al disfrute de la belleza particular e íntimo, solo compartido con algunos pocos y a través de unas palabras personalizadas, con nombre, apellido y dirección postal. Rezo por algo que ya no existe.  


miércoles, 14 de agosto de 2019

MY SAIGON LOVER, SOON IN ENGLISH


“Arvo Part?” Said Kart at last.

Spiegel im Spiegel,” said Peter. “The mirror in the mirror. Let's see ourselves reflected for the last time.”

“Yes. I think I can grant you that wish. For the last time.”

They went down to the room where it was still the piano that Kartunen had brought, full of dust, the piano from which he never made plans to let it go, because he never imagined a date for him quitting the platform. He opened the cover with a solemn gesture, which resisted the detachment of its lower jaw. He sat down on the bench without removing the dust and passed the palm of his hand over the white keys, carefully, caressing them without producing any sound. He inserted his fingers between the black keys and let them reach the folds of his fingers, as when two lovers cross them and hold hands, and for a few seconds squeeze them tightly and hold their breaths and join their souls, for a few seconds, their souls, and they wish the second would be eternal, and they don´t feel the weight of their steps on earth and they are light, and they are ethereal and in that precise moment of consciousness of the last time, in the shared desperation with which one condemns himself to death to save the life of the one he loves, as the hero who gives his life for the life of others, or as the prisoner who looks into the eyes of each of the soldiers in the firing squad, each of his executioners as frightened as he is, at that moment Kartunen wept silently, his throat strangled by pain and sorrow, and he no longer felt strong nor was he sure he wanted to drown himself , that he wanted to die. But he said nothing and waited for Peter to settle in his place.

Peter sat into his usual seat, forgotten for many weeks, embraced the cello and waited for the piano to play the initial triad. The contact with the cello´s wooden body and its turpentine smell transported him to the icy stillness of Bergen's music room, to Elianne's kisses, to her crystalline laughter, her watery eyes, her fresh cheeks, the steam exhaled from her mouth, to her round, pale ass, tense and full. He began to tremble in the chair, excited or cold, perhaps afraid. He could not say. He closed his eyes and opened them when he heard the first chords and saw Kartunen crying on the piano.

The melody began with its slow and progressive cadence, like a meditated descent towards death. And the images of their lives, of their joys and their mistakes, flowed as their throats were gripped and their spirits rose lightly over their bodies. Memories began to create images that multiplied, linked and overlapped, and the gaps and shadows began to make sense, kaleidoscopic images, the mirror reflected in the mirror to infinity, and in the infinite, death doesn't make sense, it doesn't exist and there is no place for resentment or revenge; When everything is relative, it is time for forgiveness and forgetfulness, but not a therapeutic or forced forgetting, but the forgetting of Saint Francis of Assisi, when forgetting is forgiving, because there is no forgiveness without forgetting. And both cried with gratitude and emotion, like when after having fought for a toy, two children discover that it is much better to play together, better love than quarrel, love between the chosen brothers, as they had always been, a long time ago.




lunes, 12 de agosto de 2019

DUEÑO DEL SILENCIO


Por la mañana temprano, cuando me levanto, soy dueño del silencio. No me entristece, al contrario, me encanta. Pero lo disfruto cuando no estoy solo. El silencio es parte esencial de la buena música, y por lo tanto debe de tener cerca al sonido. Cuando todos duermen (mis hijas en posturas preciosas que harían las delicias de Balthus, el pintor de la inocencia perdida), mi mujer acurrucada contra un cojín (el sustituto adulto del muñeco de peluche), el silencio es un tesoro por lo frágil, lo transitorio; un placer efímero. En cambio, las raras veces en que estoy solo, el silencio es la voz de la soledad, un suspiro fúnebre que muchos hallan insoportable y combaten con el ruido de la lavadora, con música o con mascotas, o en casos extremos, como en el cuento de Truman Capote, inventan un invitado imaginario, un fantasma, aunque les dé miedo. Los que ni así lo soportan salen de casa, vagabundean por centros comerciales o por las calles; acuden a cursos o a bares donde la compañía y el sonido se alquilan.

Pero el silencio a ratos, a sorbos, es una experiencia deliciosa. Tuve una época de silencios cómplices junto a compañías no solicitadas, cuando visitaba museos y me cruzaba con seres anónimos que, en silencio, compartían emociones parecidas a las mías sobre las obras expuestas. Imagino que es uno de los atractivos de los templos, a donde la gente acude a disfrutar del silencio en compañía de otros, no tanto de las voces de falsos profetas.

La vida en oriente me ha enseñado que hay otro silencio, el de lo no dicho. Me refiero al secreto, lo que nunca te diré, (como decía en otro lugar, la vergüenza es la caja fuerte de nuestros miedos o traumas); o a la palabra postergada, no es el momento (los vietnamitas nunca abren los regalos delante de sus invitados, para no incomodar con la decepción o el agradecimiento excesivo); o a la ira callada: te castigo con un silencio ácido que puede durar días.

En cualquier caso, dicen que somos dueños de nuestros silencios, esclavos de nuestras palabras. A veces es mejor guardar silencio.

domingo, 11 de agosto de 2019

DUELOS MENORES. SEGUNDA PARTE



Hace ya tiempo, no recuerdo cuánto, escribí sobre los duelos menores. Si por definición el mayor duelo es el que sigue a la muerte de los que nos importan, el que nos recuerda que estamos solos ante nuestro destino, con nuestros aciertos y nuestros miedos, otros duelos, quizás menores, son los de la separación de los que queremos, de nuestro paisaje, o nuestras raíces, los duelos de pérdida de un estatus, el duelo por la conciencia del paso del tiempo a través de nuestros cuerpos, con la erosión de nuestra piel, de nuestra fuerza, de nuestras facultades.

Los afortunados, o los emocionalmente inteligentes o fuertes se sobreponen a los duelos mediante la comprensión, o dando a la pérdida un significado biológico, todo nace para desaparecer, nada existe para siempre.

Hoy he sido testimonio de algo que ya sabía, los duelos de los niños por la separación de los amigos, de los abuelos. Vivir en un país exótico, en una comunidad extranjera, te obliga a la experiencia de la separación a edades muy tempranas. Tus amigos escolares se van a otros países, tus ancestros viven lejos, los ves solo en vacaciones.

Los niños encierran sus traumas en cajas fuertes de vergüenza, o se refugian en símbolos, un regalo, una foto, un rito con el que que mantienen viva y próxima la experiencia agradable del amor o la complicidad de aquel amigo o aquel abuelo del que no pueden disfrutar a diario, o con frecuencia.
Los adultos tenemos más experiencia, más cicatrices, hemos pasado por ese camino y algunos hemos aprendido, o tal vez no. Y entonces nos refugiamos o huimos a través de la belleza, de la música, o del entumecimiento que proporciona el alcohol, las distracciones multimedia, los deportes.

Hay que ser sensibles a los duelos menores, que nos aguardan en cada recoveco del vivir, cuando algo a lo que estamos acostumbrados desaparece, como una calle arbolada que ha sido talada, o una panadería que ha cerrado, nuestra cafetería favorita, o cualquier otra cosa que por ser habitual creíamos, necios, que iba a durar para siempre.

No tengo soluciones, soy aficionado a los duelos largos, aunque gracias a vivir en Saigón donde los duelos menores son tan frecuentes, empiezo a ver en los vacíos que dejan, oportunidades para nuevas experiencias, nuevas relaciones, y ya a estas alturas, disfruto del hoy y no doy el mañana por garantizado.